Maestro Fundador de la Academia Latinoamericana del Clarinete, caracterizado por su entrega total a la docencia en Venezuela, el clarinetista Venezolano Valdemar Rodríguez conversó en exclusiva con Valentina Palma para Clariperu.
De carácter emprendedor, miembro fundador del movimiento de Orquestas Infantiles y Juveniles de Venezuela - a quien los venezolanos le deben su lucha incansable por el desarrollo de la escuela del clarinete en su país - nos comparte sus inicios en la música, además de su opinión sobre la escuela de clarinete en Latinoamérica.
Esta conversación se llevo a cabo entre junio y julio de 2007, y fueron gratas horas de opinión que no podemos dejar de agradecer al maestro Valdemar Rodríguez, por compartir con nosotros sus más sensibles experiencias en el mundo del clarinete.
• Maestro ,cuéntenos un poco acerca de usted. ¿Cómo llegó a ser clarinetista?
Bueno eso es un cuento bastante, digamos que lejano, no partió de mí. Yo tenía cuatro o cinco años cuando quise estudiar música, no existían las orquestas juveniles. Mi padre y mi tío eran músicos de la banda del estado, la banda de San Felipe, ambos eran saxofonistas. Yo acompañaba a mi papá a los ensayos de la banda y grupos de música popular y siempre le decía que quería tocar trompeta; recuerdo la casa de un señor a donde iban a ensayar, en donde había una trompeta vieja, y yo me encerraba en ese cuarto a intentar sonar la trompeta mientras ellos ensayaban.
Pero antes de eso, mi papá comenzó a enseñarles a mis hermanas mayores a leer música, y yo le decía a mi padre que yo también quería aprender, pero él me contestaba que cuando supiera leer me enseñaría las notas. Entonces, me empeñé en aprender a leer a los cuatro años para convencer a mi papá de que me enseñara las notas en el pentagrama, recuerdo que pasaron como seis meses y un día, mi papá me dijo que buscara en el bolsillo de su camisa una cosa que tenía para mí. Grande fue mi sorpresa al encontrar un papelito muy pequeño con un pentagrama dibujado, allí estaban las notas con los nombres, así fue como comencé a estudiar música.
Un día en la tarde, mi papá llegó con un clarinete piccolo y me dijo: aquí está el instrumento que vas a tocar. Por supuesto, yo me puse a llorar porque yo quería una trompeta, pero replicó éste es el que tu vas a tocar y punto. Y comencé a tocar las notas y a los cinco años ya estaba tocando el clarinete. Mi mamá, que era maestra de una escuela, siempre me ponía en el colegio para que los amiguitos me escucharan tocar el clarinete, ya que en la escuela nadie estudiaba música. De hecho, yo nunca había visto un violín, ni contrabajos, ni nada de eso, solo los instrumentos de viento de la banda; por otro lado, recuerdo que los amigos de mi papá me hacían mini exámenes en la banda, me preguntaban: ¿Qué nota es esa?, ¿cuánto dura este silencio? De esta manera jugaban conmigo.
• Sumergiéndonos un poco en su desarrollo como estudiante de clarinete, ¿Qué nos puede contar sobre sus maestros?
Mi primer maestro fue mi papá, el que me enseñó el instrumento, la embocadura, las notas, pero nunca me habló específicamente de la técnica, yo lo hacía intuitivamente. Él nunca me habló de la respiración, solo me hablaba del sonido, decía que había que tener un sonido con calidad y me inculcó la afinación y la belleza del sonido, pero con conocimientos muy básicos.
Dentro de sus posibilidades y conocimientos de saxofonista, me enseñó el clarinete, con dos métodos que contenían al final los conciertos para clarinete de Weber y de Mozart. Era un método italiano que también tenía dúos. Pero nunca había escuchado esos conciertos hasta que me vine a Caracas. No tenía grabaciones ni nada, solo la música del método, no sabía nada de sonatas ni conciertos.
Yo seguí estudiando con mi papá, pero era como solfeo con el clarinete. Recuerdo que todos los días salíamos a pasear en el carro y hablábamos, nos contábamos las anécdotas del día, siempre parábamos en una plaza, pero mientras mis hermanos iban a jugar, mi papá me incentivó. A veces pasaba tres días tocando y luego una semana sin tocar. Cuando tenía como trece años, se abrió la primera escuela de música del estado y yo ingresé como uno de los primeros alumnos y también entré en la banda sinfónica donde estaba mi papá.
Luego cumplí quince años comenzó el movimiento de orquestas juveniles que fundó el maestro José Antonio Abreu. Recuerdo que el director de la banda me presentó al M. Abreu y él me dijo que me fuera a Caracas, que me fuera a estudiar con José Gay (primer clarinete de la orquesta Sinfónica Venezuela). Entonces le dije a mi mamá que yo quería irme y ella habló con mi papá, pero él dijo que primero tendría que graduarme de bachiller.
Paralelo a esto, yo asistí al primer seminario de orquestas infantiles que se hizo en Venezuela en el año 1979 (entre risas nos afirmó): Yo nunca había visto tanto clarinete junto en una orquesta, allí fue la primera vez que tocaba en una orquesta sinfónica y yo quedé de primer clarinete.
Después me fui a Valencia, continué estudiando en la universidad y tocando en la orquesta juvenil del estado Carabobo. En esa época, recibí un par de clases con el que era director de la Banda Sinfónica 24 de Junio pero, nuevamente, sentí que era como seguir estudiando solfeo con el clarinete.
¿Qué maestros conoció durante su juventud?
En el verano de ese año, unos amigos de la orquesta de Carabobo me invitaron a tocar en un quinteto de vientos, pero ellos ya habían logrado entrar en la Orquesta Simón Bolívar y me invitaron a quedarme en su casa en Caracas, por esos días aproveché de ver clases con el profesor José Gay, en el primer Conservatorio que hicieron para el movimiento de orquestas, pero nuevamente me sentí que era solfeo con el clarinete. Conocí luego a un nuevo maestro que venía de Chile tocando las Variaciones de Rossini (Luís Rossi), y yo me interesé por escuchar sus clases y participé tocando un dúo de Mozart original para violín y viola. En ese momento fue cuando yo conocí a un verdadero maestro del clarinete. Era la primera vez que alguien me corrigió y me dijo cómo se tocaba el clarinete. En ese momento decidí dejar de estudiar en la universidad ingeniería eléctrica y venirme a Caracas para estudiar con el maestro Rossi.
Con el pasar del tiempo, tomé clases magistrales y cursos de verano con maestros de fama mundial a los cuales he admirado a través de sus grabaciones como fueron: Walter Boykens, Guy Deplus, Antony Pay, Karlman Berques, Thomas Friedli, Gervase de Peyer y Michel Lethiec.
• ¿Actualmente cómo ve el panorama musical en Latinoamérica?
En el pasado (primera mitad del siglo XX) e incluso hasta los años 70, hubo un auge y desarrollo de la música en Brasil, Chile y Argentina. La llegada de grandes solistas y directores de talla internacional, compañías de ópera y compañías de ballet europeas, dieron un gran impulso a la formación de público y ejecutantes locales de alto nivel. Los grandes conciertos y montajes de óperas en el teatro Colón de Buenos Aires, su calidad era solo comparable con el nivel artístico de los montajes que se realizaban en Europa.
Actualmente, con el auge de las orquestas juveniles, en Latinoamérica se han roto los paradigmas de la enseñanza musical, lo que ha redundado en un crecimiento constante del mundo musical de los países como Venezuela, Ecuador, Uruguay, Paraguay, Costa Rica, Perú, Guatemala, Colombia y México; países estos que carecían hasta los años 70 de un sistema fortalecido de educación musical para niños y jóvenes. Es así que en la actualidad existe un bum de la música académica a nivel de toda Latinoamérica.
De tal manera que grandes solistas, jóvenes directores, grandes orquestas, excelentes grupos de cámara, festivales de jazz, festivales de música de cámara, cursos de veranos, clases magistrales, emergen por cantidades nunca antes vistas por toda Latinoamérica.
• ¿Cree saber el por qué de esta evolución y desarrollo musical Latinoamericano?
Se debe básicamente al fenómeno de la globalización, con este hecho se marca la era de la información, la técnica y el conocimiento pueden ser llevados a todos los lugares, hasta el último rincón del mundo, e igualmente a la implementación del Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles que rompió los paradigmas de la educación musical y que en Venezuela atiende actualmente alrededor de trescientos mil niños y jóvenes músicos de la región.
• En su experiencia de maestro debe haber tenido muchos casos de alumnos que manifiestan distintos inconvenientes al momento de interpretar una obra. ¿Cómo cree usted que puede ayudar a un alumno a desarrollar su musicalidad?
Lo ideal sería incluso comenzar antes de tomar el instrumento, pero si el alumno tiene tiempo tocando, hay que hacer énfasis en que el clarinete no es el fin, sino la música. El clarinete debe ser el medio de expresión que nos permita decir a través de los sonidos, lo que no se ve y lo que es realmente la música: la expresión de sentimiento y la creación de atmósferas.
Cuando comencé a dar clases siempre seguía el mismo patrón: técnica, fraseo, creatividad; antes le decía al alumno hasta el último pianísimo o forte, hasta que me fijé que ellos siempre necesitaban de mi para montar nuevas obras (estaban realmente limitados para crear), entonces decidí cambiar mi metodología e invertí totalmente la manera de impartir clases.
Primero la creatividad y fraseo: el alumno debe lograr con ayuda del maestro a identificar cada frase y cómo se ejecuta cada frase. Y le aplico la técnica de confrontación de diferentes puntos de vista, hasta que el alumno logra hacerse una idea musical propia y en ese momento el descubre la música y toda la técnica fluye mejor porque el alumno puede observar y sentir que el pasaje o la frase tiene un sentido musical.
• ¿Qué es la Academia Latinoamericana del Clarinete?
La Academia Latinoamericana del Clarinete se conformó de una manera gradual y progresiva, comenzó como una cátedra de ocho alumnos venezolanos, los cuales alcanzaron un gran nivel técnico y un desarrollo musical admirable. Fue en ese momento cuando muchos clarinetistas venezolanos y otros latinoamericanos solicitaron el ingreso a esta cátedra, encontrándonos nosotros en la necesidad de buscar otros colegas clarinetistas que vinieran a impartir clases, pero no en una dinámica tradicional, sino en un sistema de rotación de profesores y alumnos para así poder acceder a los conocimientos que cada uno de los profesores podía dar.
Además se ofrece la posibilidad de aprender a enseñar, hacer música de cámara, tocar de solista y tocar en orquesta, desarrollando clarinetistas integrales capaces de abordar el clarinete en sus distintas posibilidades. Maestros de muchas nacionalidades y solistas de reconocido nivel internacional del mundo entero, vienen a Venezuela a enseñar y contribuir al desarrollo de los alumnos de la Academia Latinoamericana del Clarinete.
• ¿Cómo hace un clarinetista Latinoamericano para ingresar a la Academia Latinoamericana del Clarinete?
Existen dos maneras: la primera y más sencilla es enviando una grabación en video, la cual es evaluada por cuatro maestros de la academia, y la segunda posibilidad es presentando una audición en vivo ante estos profesores.
• Dentro de la gran diversidad de su repertorio, ¿Tiene alguna preferencia musical?
Lo que más me gusta interpretar son los clásicos y los estándares, es decir, los más importantes de cada estilo: Mozart, Debussy, Bartok, Stravinsky, Beethoven, Bernstein y últimamente, he estado tocando música con aires de jazz, Big Band. Pero no tengo una en especial; sin embargo, Mozart es lo que más me gusta tocar, es una de las obras más hermosas, casi no la escucho últimamente, pero tocar el concierto es fantástico. Será por eso que lo he tocado cincuenta y dos veces con el clarinete di basetto.
• Y de los últimos conciertos que se han compuesto, ¿tiene alguno preferido, alguno que usted pueda señalar como una excelente obra?
Hay muchos. En Venezuela existe una obra muy buena de Jean Carlos Castro: Es un concierto para clarinete y Big Band, considero que es muy buena en su estilo; igualmente me viene a la memoria las Tres piezas para clarinete solo de Atehortúa que fueron grabadas por el maestro Luis Rossi; por supuesto, el concierto de Corigliano y el concierto de Calandreli que toca Eddie Daniels. En general, me gusta escuchar la música moderna. Hay una obra que toca Jonathan Cohler llamada Moon Flowers babes de Cooper Couphermann, y las obras Latinoamericanas.
• ¿Cómo se siente luego de toda su fructífera carrera?
Lo que siento que he hecho es que he abierto caminos para los jóvenes latinoamericanos, y eso me da mucha satisfacción de tres maneras: tocando, enseñando y en el rol administrativo que cumplo en el sistema de orquestas.
• Durante su tiempo de estudio e incluso a lo largo de su vida ¿Qué consejo ha sido el que más le ha servido en su vida como solista?
He recibido muchos consejos de maestros de todas partes del mundo, pero recuerdo dos muy especiales. El maestro Luis Rossi me dijo: “Lo importante no es tocar muchas notas o cosas difíciles, sino que lo poco o mucho que puedas tocar lo debes hacer con gran solvencia técnica, con mucha conciencia del fraseo y gran sensibilidad”.
Y el segundo es del maestro Stanley Drucker, quien luego de tocar el Mozart para él, me dijo: “Hay dos tipos de músico en el mundo, los que tienen buen gusto y los que tienen mal gusto y con lo que he escuchado de ti, me he dado cuenta que tu perteneces al primer grupo, tu tienes buen gusto y no temas hacer lo que te provoque hacer, dale rienda suelta a tu creatividad y confía en ti”
• Y acerca de su actividad docente, ¿Qué nos cuenta de su amor por enseñar?
Es mi pasión, es lo que más he aprendido y desarrollado, tengo casi 30 años enseñando en todos los niveles, desde la iniciación hasta una maestría y en todos los niveles lo disfruto. En estos momentos en que he dado clase en Canadá, en Estados Unidos y en casi todos los países de Latinoamérica, así como también he impartido clases magistrales en el conservatorio Tchaikowsky de Moscú y en la Universidad Cultural de Pekín, y actualmente estoy invitado para dar clase en Portugal, China y Dinamarca.
• ¿Algún recuerdo de su experiencia como solista?
En la gira de conciertos con la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, bajo la dirección del maestro Eduardo Mata, en el festival “Cervantino de Guanajuato” (México), fue verdaderamente mágico, recuerdo que fue la última vez que interpreté el concierto de Mozart bajo su batuta.
• Cuéntenos algo de sus viajes.
Cada gira y cada viaje tiene una enseñanza y su magia. Lo que sí te puedo decir es que si uno trabaja con constancia y tenacidad, la vida siempre le da a uno más de lo que uno desea. Cada viaje es una consecuencia del trabajo diario y hay que soñar aun el sueño imposible y la vida siempre te dará más.
• Hace poco nos enteramos que usted formará parte del jurado de un concurso muy prestigioso, el concurso Internacional Carl Nielsen que se efectuará en Dinamarca el presente año 2009, ¿Cómo recibió esa noticia'. ¿Ya se la esperaba?
La recibí con beneplácito y como un reconocimiento al nivel técnico y artístico musical existente en Latinoamérica y además del desarrollo que ha tenido la escuela del clarinete en esta región, con excelentes maestros, solistas, cuartetos de clarinete, festivales de clarinete y compositores Latinoamericanos que se han inspirado para escribirle a nuestro bello instrumento.
El Concierto para clarinete de Carl Nielsen junto al concierto de Mozart son obras obligatorias del repertorio de todos los clarinetistas venezolanos y la obra de Nielsen es exigido como obra de graduación en las instituciones de educación superior de mi país. Esta invitación me complace y me compromete a continuar el trabajo de formación de jóvenes clarinetistas de Latinoamérica.
• Si pudiera dar un consejo a los estudiantes que van a leer esta entrevista ¿Cuál sería?
A los clarinetistas Latinoamericanos les digo que sigamos cada vez más integrados, compartiendo conocimientos y experiencias, para así seguir elevando el nivel estándar internacional ya alcanzados y remontarnos a niveles de excelencia nunca antes vistos en un colectivo de clarinetistas de ninguna otra región del mundo.