Joaquín Valdepeñas y Luis Humberto Ramos
El pasado noviembre se presentaron en la Ciudad de México dos clarinetistas a los que los une más de un calificativo. Decanos de su instrumento, solistas de gran trayectoria, destacados pedagogos, referentes en la historia reciente del clarinete en nuestro continente, mexicanos. Joaquín Valdepeñas y Luis Humberto Ramos se pararon, con media semana de diferencia, al frente de las orquestas Sinfónica Nacional y de Cámara de Bellas Artes para tocar los conciertos de Carl Nielsen (1865-1931) y Aaron Copland (1900-1990).
Dos conciertos que también tienen muchas similitudes. En un solo movimiento, de lo más relevante en el escaso repertorio concertista para clarinete, demandantes en técnica y resistencia, para orquesta de cámara con cuerdas y otros instrumentos con importantísimas partes, casi a la par del solista.
Joaquín Valdepeñas nació en un pueblo de Coahuila y a los pocos años emigró junto a su familia a Estados Unidos. Estudió con Kalman Bloch, ex integrante de la Filarmónica de Los Ángeles y padre de Michele Zukovsky, actual clarinetista principal de la misma orquesta y con quien estudiara después Luis Humberto Ramos, que nació en Fresnillo, Zacatecas.
Clarinetista principal hace más de treinta años de la Sinfónica de Toronto, Valdepeñas enseña en la Universidad y el Royal College of Music de la misma ciudad. Ha incursionado en la dirección y como profesor ha sido el guía de jóvenes canadienses y otros que llegan a Canadá de todo el mundo solo para estudiar con él. Por su lado, Ramos era hasta hace poco tiempo el único referente de la enseñanza del clarinete en México (ha sido profesor en las escuelas Superior, Nacional, Ollín Yoliztly y el Conservatorio Nacional); y aunque su carrera orquestal duró poco, destacando los primeros años de la Filarmónica de la Ciudad, ésta se ha visto enriquecida con sus participaciones dentro de orquestas como la Filarmónica de Israel y la Sinfónica Nacional de México. Ambos, lideran los ensambles mixtos Amici y Cameristas de México, que son también referentes en el panorama camerístico de ambos países.
Las similitudes también llegaron con los recitales del viernes 21 y domingo 23 (Nielsen) y del jueves 27 y domingo 30, y no solo porque se llevaran a cabo a un cruzando la calle de distancia. Fui a ambos… y de ambos salí corriendo tras sus intermedios.
El op. 57 de Nielsen mostró un correcto, pero frío y plano acompañamiento de la orquesta. Y aunque preciso es recordar los sobresalientes solos de tarola de José Hernández, importante es mencionar también cuán desafinada (por no decir lo que le sigue) estuvo la cuerda en los armónicos del final.
De Valdepeñas ha sido una lástima que en esta ocasión no pudimos disfrutarlo por el –terror de todos los clarinetistas- constante ruido de saliva en su instrumento. Además, le conocemos un sonido tan bello que, por el excesivo uso que hace del vibrato, no pudimos apreciar en las partes más líricas del concierto.
El Copland también sufrió. El soso y muchas veces incorrecto acompañamiento de la cuerda salió librado solo por lo desafinada que sonaba el arpa… ¡y con intervenciones tan importantes desde el melancólico inicio! De cuerda, arpa y piano parecía una primer lectura.
Por su lado, Ramos sobresalió con las largas frases sostenidas en el lento inicio, con una –no tan familiar- atmósfera creada por un tempo más calmado al tradicional en la cadencia y por la propuesta diferente de acentos en el Rather fast.