He escuchado a varios clarinetistas talentosos, incluso a los más grandes del presente… Hermstedt los supera a todos.
Es posible que el nombre de Johann Simon Hermstedt no sea muy popular entre clarinetistas. Su legado se encuentra a la sombra de las colaboraciones que sostuvieron virtuosos clarinetistas con famosos compositores, como Mozart y Anton Stadler, Brahms y Richard Mühlfeld y Weber con Heinrich Baermann. Y es que Hermstedt mantuvo una exitosa relación musical con el no menos famoso Louis Spohr, quien en vida alcanzó una excelente reputación como compositor. Schumann se refería a él como "el gran maestro que conozco y amo". Ambos músicos sumamente destacados y sin embargo, poco se sabe de ellos, en especial de Johann Hermstedt.
Nacido en la ciudad de Lagensalza, Alemania, un 29 de diciembre de 1778, Johann Hermstedt fue un extraordinario clarinetista y director, además de incursionar en la composición. Y los clarinetistas le debemos, al menos, dos grandes contribuciones al desarrollo del clarinete, como descubriremos a continuación.
Tengamos en cuenta que Hermstedt fue un gran virtuoso en su época. La crítica escribió sobre él: tocaba con gran estilo y no buscaba una agitación auditiva vana, ya que a su virtuosismo se unía la belleza y la suavidad del sonido, una pureza consumada y una interpretación cantabile tierna y nunca sentimental.
Su formación fue, en su mayoría, autodidacta, aunque es muy posible que haya estudiado el clarinete con el famoso maestro Franz Tauch. Trabajó como director de la banda del príncipe Clemens, en Langensalza, y luego dirigió la banda del duque Guenter Friedrich Karl I de Sondershausen, en 1802. El duque formó una orquesta en la ciudad de Gotha y envió al joven clarinetista a integrarse a ella. El director a cargo de esta orquesta era Louis Spohr, reconocido violinista y compositor.
Es con este encuentro que nacerá una fructífera colaboración entre clarinetista y compositor, y que dará como resultado los cuatro grandes conciertos para clarinete y orquesta que escribió Spohr para Hermstedt. El primer concierto fue escrito en poco tiempo y se estrenó el 16 de junio de 1809 en Sondershausen, Thuringia, con Hermstedt de solista y Spohr en la dirección de la orquesta. La obra resultó ser un gran éxito. Un crítico escribió en el importante periódico Allgemeine musikalische Zeitung:
Como no existía ninguna composición en la que este excelente artista pudiera mostrar toda la superioridad de su interpretación, Herr Concertmeister Spohr de Gotha le ha escrito una; y, dejando de lado este propósito especial, pertenece a la música más bella y enérgica que jamás haya escrito este maestro justamente famoso.
Sin duda, el Concierto para clarinete y orquesta n.° 1 en do menor op. 26 fue muy bien recibido. Spohr cuenta en su autobiografía sobre el encuentro que tuvo con el clarinetista Hermstedt cuando este le solicitó que le escribiera un concierto:
De buen grado acepté la proposición, debido a la gran destreza técnica que Hermstedt tenía, además de la belleza de su sonido y la validez de la afinación. Me sentí en plena libertad para abandonar mi imaginación. Después de familiarizarme con las técnicas del instrumento con la ayuda de Hermstedt, me puse rápidamente a trabajar y lo completé en unas pocas semanas. Esto originó el concierto en do menor, con el que Hermstedt cosechó un gran éxito en sus giras de conciertos. Esencialmente, él está en deuda con el concierto por la reputación que le reportó. Le traje [el concierto] yo mismo en una visita a Sondershausen a finales de enero de 1809, y fui a instruirle en la correcta forma de interpretación.
¿Por qué menciona Spohr que debió instruir a un virtuoso en la interpretación de su música? Tomemos en cuenta que en esa época, el clarinete que se usaba tenía apenas cinco llaves y la destreza que se podía alcanzar con el mismo era complicada, debido a las limitaciones del instrumento. Este primer concierto ya sentaba los cimientos de una revolución en el clarinete por sus exigencias técnicas. En la edición publicada en 1810 del concierto en do menor, Spohr escribe:
Presento a los clarinetistas un concierto, compuesto hace más de dos años para mi amigo, el director musical Hermstedt de Sondershausen. Dado que en ese momento mi conocimiento del clarinete era bastante limitado, tuve poco en cuenta sus dificultades y escribí algunos pasajes que, al clarinetista a primera vista, podrían parecer imposibles de ejecutar. No obstante, el señor Hermstedt, lejos de pedirme que alterara estos pasajes, buscó perfeccionar la técnica con su instrumento y, fruto de un trabajo constante, llegó pronto a tal dominio que su clarinete no produjo nunca más notas discordantes, veladas o inciertas.
La perfección de su técnica sí, y además, de su clarinete. A inicios de 1800 Hermstedt trabajó con el lutier Heinrich Gresner para modificar su clarinete y el resultado fue un instrumento novedoso con once llaves, un aumento significativo que lo favorecía en la agilidad y afinación. Es con este instrumento que, en junio de 1809, estrenó el primer concierto para clarinete de Spohr.
El compositor, cautivado por el virtuosismo de Hermstedt y el éxito que consiguió en sus presentaciones, escribió en los siguientes años tres conciertos más para clarinete, los cuales fueron nuevamente estrenados por su amigo clarinetista, cosechando más éxitos. Y, como era de esperar, estos nuevos conciertos fueron igual de difíciles para el solista “en composiciones posteriores para él pude dar rienda suelta a mi pluma y no tuve que temer que nada pudiera resultarle imposible”.
¿Cuál fue la actitud de Hermstedt ante estas nuevas y altísimas demandas técnicas? En lugar de pedir que se cambien los pasajes difíciles, tomó el desafío de cada concierto y lo motivó, en 1821, a trabajar con el lutier Johann Streitwolf, esta vez para desarrollar un clarinete de catorce llaves. ¡Un nuevo avance sonoro para el clarinete!
Es gracias a Johann Simon Hermstedt que contamos en nuestro repertorio con cuatro grandes obras para el clarinete y además, gracias a su curiosidad y deseo de hacerle justicia a la música de su amigo y colega Louis Spohr, impulsó el desarrollo del clarinete moderno. Y sus instrumentos no fueron experimentos que quedaron guardados en un taller, sino que los utilizó cada vez que interpretó los conciertos que habían sido escritos para él.
Hermstedt y Spohr mantuvieron una estrecha amistad por más de veinte años: solo basta ver la fecha del primer concierto para clarinete (1809) y el cuarto (1828) para darse cuenta de la extensa colaboración que cultivaron estos dos grandes músicos.
Interpretar música nueva, escrita por un gran compositor y fomentar el desarrollo de la fabricación del clarinete fueron los ingredientes que hicieron muy famoso a Hermstedt en su época. La comunidad de clarinetistas debemos conocer sus aportes y hacer honor a la dedicación que tuvo para interpretar nueva música, aquella que iba mucho más allá de sus posibilidades técnicas.