Escribir sobre Tara había sido muy fácil. Sus cualidades como clarinetista, improvisadora, artista y ser humano, dan para mucho. Este año se cumplía una década de su primer visita a México, a la cual había asistido por invitación de Ana Lara para su festival Música y Escena. Yo la conocí un año después cuando participó en uno de los Coloquios Musicales de Zacatecas que cada verano organiza Luis Humberto Ramos. Tuve la oportunidad de estudiar con ella esa semana y escucharle con la misma entrega, energía, pasión y virtuosismo un quinteto de Mozart y un Arlequín de Karlheinz Stockhausen (1928-2007), una demandante obra escénica de casi una hora de duración. Luego, vino a principios de 2007 a tocar un concierto para corno di basseto que la misma Lara le había escrito y que estrenó al frente de la Filarmónica de la UNAM. Una clarinetista a la que ya conocíamos bien.
En el Cervantino haría varios recitales, entre ellos uno con estrenos de piezas mexicanas para dos clarinetes bajos y otro con su esposo, se presentaría en una gran gala de improvisación (la técnica a la que más se dedica actualmente) con varios solistas internacionales en el Teatro Juárez, participaría en un concierto con el cuarteto Latinoamericano, e incluso ofrecería un par de masterclasses de clarinete y dirigiría una sesión especial de yoga para músicos (otra de sus pasiones.)
Para el cierre de nuestra primera edición, específicamente en la conferencia de prensa sobre el ciclo de música contemporánea el viernes 12 de septiembre, se informó a los medios que por motivos de salud Tara había tenido que cancelar su visita.
Una mala noticia por varias cosas. Para empezar por el estado de salud de quien consideramos una gran artista, a la que teníamos muchas ganas de ver nuevamente, y porque finalmente todo el programa que estaba contemplado con ella era imperdible, en muchos sentidos muy valioso para la programación de este año en Guanajuato, personal, impensable con alguien más.
Al final no fue tan mala. Cuando me comuniqué con ella al saber de su cancelación, me comentó que la verdadera razón es su embarazo y la indicación médica de no viajar distancias tan largas (un vuelo desde Colonia, donde vive, no hace menos de trece horas.) Una buena noticia, con tremendos padres, imaginen al bebé Stockhausen en camino.
Ese mismo día, Fernando Domínguez, el mexicano que compartiría con Tara los estrenos del primer concierto, anunció que viene otro clarinetista en su lugar. El también holandés Harry Sparnaay.
Aunque hubiéramos preferido la primera opción, ésta nos deja más que tranquilos porque hablar de Harry Sparnaay no es hablar únicamente de un buen colega de Tara, y al que seguramente ella dio el visto bueno (ambos han tocado juntos en muchas ocasiones.) Harry Sparnaay es el pilar, el decano, la máxima figura a nivel mundial del clarinete bajo.
A excepción de Tara, a quien no considero una clarinetista bajo, pocos clarinetistas bajos que se destaquen pueden decir que no estudiaron con él. El mismo Domínguez salió de su cátedra.
Hablar de Sparnaay es hablar del responsable de que hoy se vea al clarinete bajo como un instrumento solista, como un instrumento capaz de lograr su independencia dentro de la familia de los clarinetes, de verse como una especialidad y no solo como un curioso complemento. Ha sido la inspiración para una buena parte de la literatura de su instrumento. Por eso, el sustituto de Tara Bouman no pudo ser mejor seleccionado.
Harry Sparnaay tocará sólo algunos de los conciertos en que ella estaba programada. El del viernes 10 del dúo Moving Sounds se cambió por un recital de improvisación por el mismo Stockhausen y el pianista Fabricio Ottaviuci; el viernes 17 será reemplazada por Fernando Domínguez.