En la foto: Carl Maria von Weber
El famoso compositor alemán Carl Maria von Weber es uno de los grandes representantes del romanticismo musical. Su música para piano, sus diversos conciertos y en especial sus óperas, tienen un lugar muy especial en la historia de la música. Y es justamente cuando se encontraba escribiendo su ópera Rubezahl durante su estadía en Breslavia, donde tenía el cargo de maestro de capilla, que le sucedió un accidente que pudo acabar con su vida.
Durante su estadía en Breslavia Weber conoció al clarinetista Friedrich Berner (16 de marzo 1780 - 9 de mayo de 1827), un músico muy competente que se dedicaba a la composición y que dominaba además el cello, el corno francés y el fagot. El mismo Carl Maria lo consideraba como un excelente clarinetista y pianista. Y en esta ópera, Berner tomaría parte en el estreno como miembro de la orquesta. Sentía curiosidad por la nueva música y quiso ver las partes de clarinete con anticipación, en casa del maestro.
Inmerso en su departamento, Weber dedicó muchas horas del día y de la noche para culminar su ópera. Comía y tomaba lo que podía y a cualquier hora. Aun así, estuvo dispuesto a recibir a su amigo clarinetista.
Una noche, Berner se dirigió al departamento de Weber para revisar las partes de clarinete como acordaron, cuando contempló una imagen que lo sobresaltó: al ingresar al departamento, vio al compositor retorcerse y jadear de dolor en el piso. Algo serio había sucedido y la pronta reacción de Friedrich Berner de ir por ayuda le salvó la vida a su amigo. ¿Qué había sucedido?
Exhausto por el trabajo, Carl Maria tomó una botella de vino que vio cerca del lugar donde trabajaba. La botella era de vino pero no contenía el líquido de uvas que él esperaba. En su lugar, tenía ácido que se usa para grabados y la botella fue dejada ahí, irresponsablemente, por su propio padre. Este envenenamiento, que pudo ser mortal, tuvo serias secuelas para el compositor. Su boca y tráquea estaban tan quemadas que pasó algún tiempo antes de que pudiera volver a hablar y nunca recuperó su timbre de voz. Por este motivo y otros incidentes en su vida, Carl Maria von Weber tenía la creencia de que vivía bajo una estrella maligna.
Gracias a la visita y pronta acción del clarinetista Friedrich Berner es que Weber pudo seguir componiendo. Y quién sabe, a lo mejor, nunca más volvió a tomar vino.
Fuentes:
Maitland, J y Wodehouse, A. A Dictionary of Music and Musicians (1480-1880). Vol. I, p. 235.
Weston, P. Heroes and heories of clarinettistry. P. 17.